Tengo ganas de que charlemos un poco sobre cuál es la función del bailarín o bailarina en el contexto de la música con las que está bailando. Por supuesto este es un tema muy extenso y complejo… ¡Paciencia! Y te recomiendo que te pegues una vuelta por esta otra entrada que escribí hace unos días para tener un poco más de contexto e información. Hoy vamos a centrarnos en entender cómo los bailarines nos vinvulamos con la música que bailamos y cuál es nuestra función al hacerlo, mirando las ideas más usuales y entrando en terrenos un poco menos transitados también.
El acercamiento básico
Lo que escucho una y otra vez que muchos bailarines y profesores entienden como el primer (y muchas veces el único) paso hacia la musicalidad es pisar en los tiempos más fuertes.
Al principio, esto parece una buena idea por varios motivos. En pocas palabras, pisar en el tiempo fuerte nos genera una conexión inmediata con la música que nos resulta fácil de comprender e identificar. Es también lo que estamos acostumbrados a ver en todas las otras danzas populares, así que nos parece lógico que sea lo más importante.
Pero los problemas también son varios. La primera decepción es descubir quiénes son las personas que también refuerzan el tiempo fuerte de la música: la audiencia de un concierto, cuando empieza a batir las palmas. ¿Por qué es un problema que éste sea el otro referente de “pisar a tiempo”? Porque nos muestra que pisar a tiempo, igual que aplaudir a tiempo, nos coloca en un lugar muy externo, de espectadores de la música. La conexión con el sonido puede ser muy inmediata, pero es simplemente porque es a la vez muy superficial. Esta es la menor conexión posible con la música que podemos tener, fuera de no tener ninguna.
¿Entonces por qué funcionan así todas las otras danzas? ¡Es una gran pregunta! Pero es que el tango no es como las otras danzas, ni como las otras músicas… Porque prácticamente todas las músicas populares usan algún tipo de percusión que enfatiza su carácter rítmico.
Por supuesto en el tango hay instrumentos que cumplen una función rítmica, y hay orquestas que se enfocan mucho en este aspecto, pero también hay otras que no (y no son menos tangueras por eso). Podemos decir que en algunas orquestas es cierto que mantener el tiempo es muy importante, pero tampoco todo el tiempo, y no en todas las orquestas.
El bailarín como instrumento
Menos común es la idea de “bailar la melodía”. ¿Qué es la melodía? Es el conjunto de sonidos que uno normalmente canta (o tararea, o silba) cuando piensa en determinada música. Si la composición tiene letra es posible que la melodía (que es la que lleva las palabras) sea responsabilidad del cantante, pero la música instrumental normalmente también tiene melodía, aunque no haya ni cantantes ni letra.
¿Y qué quiere decir bailar la melodía? No está muy claro (para muchos bailarines la música es casi una ciencia oculta), pero muchas veces significa hacer menos movimientos si el cantante tiene notas largas, por ejemplo. No quiero ponerme muy técnico, pero esto no es exactamente bailar la melodía, sino más bien bailar el ritmo de la melodía. No está mal, pero me parece importante hacer la distinción. Este mismo tipo de trabajo, de copiar el “movimiento” (más bien el timing) de la melodía, se hace a veces con un instrumento específico. Así hay gente que habla de “bailar el violín”, “bailar el bandoneón”, etc.
Es fácil ver que estos acercamientos requieren una escucha mucho más activa y proponen un compromiso mayor (menos superficial) con la música.
El problema es que la melodía no es sólo un conjunto de duraciones, sino que es también una de las claves del profundo contenido emotivo de la música. Y representar sólo las duraciones es limitarse a una lectura parcial y mecánica del mensaje musical.
¿Representar o interpretar?
En el centro de la discusión sobre la musicalidad está un conflicto, que es que los bailarines operamos sobre dos lenguajes al mismo tiempo. Los pintores pintan pinturas, los escritores escriben escritos, pero los bailarines bailamos música (y una danza).
Lo que charlamos hasta acá trabajaba sobre una misma dirección, que es que el bailarín tiene que representar algún aspecto de la música. Tiene que tratar de devolver con el mayor grado de fidelidad posible lo que está escuchando, tomando como base para estas devoluciones el aspecto temporal. O sea, volcar las regularidades del pulso de la música en regularidades en los movimientos de la danza, o las irregularidades en el tiempo de la melodía con irregularidades en el tiempo de la danza.
No es la única posibilidad.
Otra opción es pensar que la función del bailarín no es representar sino interpretar. Es decir, no se trata de devolver con fidelidad y transparencia, sino de tratar de entender el mensaje y de reelaborarlo en un lenguaje distinto, pasándolo antes por sus ideas, experiencias, opiniones e intereses.
Es que la música nunca se trata de notas más o menos espaciadas unas de otras, sino de sensaciones. Entender la música no es poder decir que el oboe hizo dos corcheas, una blanca, y un silencio de negra. Entender la música es percibir la desesperación, o la paz, o la claridad, o la confusión, o la melancolía, o la alegría, o la infinidad de colores para los que no terminamos de tener palabras pero que se nos presentan al escuchar una obra musical. Se trata de enfocarse en el contenido emotivo más que en la dimensión temporal. La buena noticia, si creemos que la danza también se construye con sensaciones, es que estamos en condiciones de trazar líneas muy profundas para conectar estas dos disciplinas.
Sólo trabajando desde las sensaciones podemos empezar a decir que estamos bailando la melodía, porque esto incluye dar cuenta de su contenido emocional y hasta espiritual y no sólo de su aspecto rítmico. También abre la puerta a otros roles del bailarín, como el del director musical, o sea la persona que conoce y entiende la música completa y decide qué es lo más importante en cada momento. Quedan todavía otras posibilidades por descubrir, y todo esto sin entrar en la discusión interesantísima de si es posible (¡y hasta dónde!) relegar las funciones musicales del bailarín para enfocar más fuertemente en sus funciones dancísticas (porque bailamos música y una danza, las dos cosas a la vez).
¿Preguntas y comentarios? ¡Acá abajo, por favor! Recordá que podés suscribirte para recibir información sobre nuevas entradas y actividades (como el próximo seminario de música). 😉
¡Nos leemos pronto!
Esta entrada también está disponible en: Inglés
Mi viejo siempre me repetía «sentí la música», y al principio, cuando recién empecé «Tango», creia que me lo decia por «escuchá la música»; hoy creo que lo que quería decir, como muchos viejos milongueros, es que la sintiera como lo que decís, sensación, sentimiento, historia, cultura, etc. Una misma palabra, «sentir», bien puede ser interpretada… como «oir, escuchar», o vivida como «sentimiento»…
Un abrazo!! y gracias por tus increibles notas!
Jajajaj, ¡pero qué buena síntesis! ¡Nada por agregar! Y gracias a vos por este comentario…
vivir la música y danza! 😉
¡Sí! 😀 Sentir, vivir, ser…
Me encantó el artículo y adhiero a todo lo mencionado.Creo que es un tema muy amplio para charlotear ya que cada persona es un mundo y todos sentimos y nos manifestamos de maneras diferentes,todas respetables siempre y cuando no se joda a un otro.Y en mi experiencia con la danza siento que lo mejor sale de la improvisación permitiendo la aplicación de los recursos internos de cada uno.Tare difícil si la hay! pero para eso están ustedes,los profesores y un buen analista jajajajajajaj
Entiendo y comparto. 🙂 Una reflexión nomás, que no creo que aplique a lo que vos pensás pero que me surge por experiencias previas (no lo tomes como una respuesta hacia vos).
El problema con tomar la idea (cierta) de que cada persona es un mundo es que casi siempre es un justificativo magnífico para el abandono. O sea, como con esto cada persona puede tener sus propias ideas… ¡mejor no lo hablamos! Espero que ya lo tuvieras resuelto porque te aviso que no cuentes conmigo para que te ayude. No quiero decir que todos los profes funcionan así… Pero tampoco son una minoría, hay temas con los que la enorme mayoría de la gente no se mete.
Ahora, lo otro que hay que decir es que no es la idea explicarle al alumno qué tiene que sentir y cómo tiene que vivir. Pero tal vez se puedan presentar varias opciones posibles y charlar de cada una (como trata de hacer el artículo) para entender mejor qué es cada una, y ver cuándo cada persona quiere elegir qué, pero informadamente. Porque así los recursos internos que mencionás también se pueden estimular y cultivar. Una parte de ese trabajo se hace solo, es cierto, pero creo que no todo.
Gracias por tu super comentario 🙂
Que- grado- de- maldad al decirme que no me pensás ayudar! jajajajaja. Noo,bueno…hablando en serio.
Por supuesto que no se trata de decir lo que hay que sentir o vivir. Cuando yo me referí a esto lo hice basado en mi propia experiencia con el canto lírico y viendo como muchos profesores (a nivel institucional ) intentan destrozar todos y cada uno de «estos recursos internos» de sus alumnos.Pero no quiero hablar de mi en particular.
Comparto cuando decís que ustedes(los profesores) pueden y muchos sí lo hacen estimular dichos recursos internos,que por supuesto no es su obligación pero sí supongo que es un aporte positivo para el famoso «resultado».Y la parte más interna de cada uno nombro ( en carácter de chiste) «un buen terapeuta» dejándolos cuasi exentos a ustedes mis queridos y hermosos guías de dicha responsabilidad.Que viva la diversidad en todas sus formas!
No voy a poder ir hoy.Me confirmaron los eventos para hoy y mañana.Ojalá hagas pronto otro seminario para que tengan la enorme dicha de tenerme entre ustedes! jajaajajajajajjajjajjajaja.Naaaaaa,estoy jodiendo! Pero sí para poder intercambiar conceptos…como lo que estamos manifestando acá por ejemplo si diera.Y aprender cosas nuevas!!!!! Saludos a todos,los abrazo!
Ahaaa,por cierto! Mucha mierd para hoy y mañana!