En este post vamos a charlar un poco de las características propias de los saberes populares y de las complejidades que presentan para la enseñanza. La idea es ver cómo estas situaciones afectan también la tarea del docente de tango.
Acerca de enseñar
Enseñar, explicar, transmitir algo a otro es tal vez una de las cosas que más hacemos, aunque no seamos concientes de ello. Nos resulta natural, porque es una condición necesaria para vincularse con el resto del mundo. Desde relatar un sueño, un viaje, un evento, hasta responderle a alguien cómo llegar a la autopista, la docencia está en casi todo lo que hacemos. Sin embargo, en algunas ocasiones sentimos que aquello que tenemos que definir y describir se escapa a las categorías corrientes, se diluye entre ellas, y se nos torna inasible. Es fácil responder qué es un semáforo, pero cuando un chico de 5 años nos pregunta qué es el amor ¿es posible dar una definición única y unánime?
Las disciplinas institucionalizadas vs. populares
Para las disciplinas institucionalizadas (como por ejemplo matemática de 4to grado, danza clásica o ingeniería), a veces ayuda hablar de tres tipos de saberes conjugados por el docente:
- el saber específico (la maestra conoce la matemática de 4to grado)
- el saber metodológico (la maestra sabe cómo enseñar a un chico de 9 años, y qué conviene enseñar antes o después)
- el saber institucional (conformado no sólo por saber llenar una planilla de planificación, sino también por conocer el contexto social en el que está inserta su enseñanza. Esto quiere decir saber algo tan concreto como que la escuela recibe a niños entre 6 y 12 años y no a adultos de 60; así como saber que los chicos deben aprender a leer y escribir, porque eso es lo que el Estado espera de una escuela.)
O sea que el saber institucional consiste en conocer las reglas de funcionamiento interno y su relación con la comunidad, por lo tanto éste es el saber que integra lo que enseñamos con su contexto social.
Tomemos un momento para reflexionar acerca de la situación de la danza del tango en este marco. Siendo que el tango es una danza popular, de origen popular, y por sobre todo que incluye la improvisación, no existe en nuestro caso un creador o grupo de creadores indiscutidos, sino más bien uno o más grupos sociales que le fueron dando origen. Esto define al tango como un fenómeno más difuso, por ser producto de una compleja elaboración enriquecida por un enorme número de personas.
Contrastemos esto con la danza clásica. Muchos de los pasos de esta danza tuvieron un autor, a los que se agregan algunas variantes, también a cargo de otros pocos autores. No sólo estas autorías están documentadas en muchos casos, sino que algunos de estos autores eran particularmente importantes como para ser contrariados (¡no era cuestión de explicarle cómo hacer un royal a Luis XIV!). En este sentido, el tango, con sus incontables creadores-improvisadores, presenta una base de figuras, movimientos y variaciones virtualmente inacabable, que no depende de unos pocos nobles o Maestros Renombrados para continuar evolucionando.
El lugar del docente del tango
Es así que el docente de tango se encuentra en circunstancias algo particulares en relación a la maestra de nuestro ejemplo. El saber institucional del profesor de tango se basa en la idea de que lo que explicamos y decimos en nuestras clases no posee una única forma ni es un conocimiento monopolizado, y menos aún legitimado, fuera de la práctica de la comunidad del tango. No existe en el tango una verdad última (al menos no si somos fieles a su esencia de danza de improvisación).
Todo esto desemboca en algunas ideas íntimamente vinculadas:
- El docente de tango puede elegir no ser un mero transmisor de conocimientos, si elige la posibilidad de constituirse él también en creador o recreador de la danza (a diferencia de la maestra, que no puede desarrollar un nuevo tipo de suma y enseñarlo a sus alumnos)
- El docente de tango tiene además la posibilidad de reorganizar los contenidos en función de su parecer, inventando su propia progresión pedagógica, a diferencia de la maestra, que está inserta en una institución con un programa ya estipulado, pero que además se desempeña como transmisora de una disciplina esencialmente cristalizada.
- Como docentes, no podemos dar cuenta de todo lo que el tango propone, aún en un nivel inicial, por la sencilla razón de que el propio tango se construye y reconstruye en un movimiento continuo, gracias a su condición de danza popular improvisada. Este movimiento permanente y tal vez hasta caótico da por tierra con cualquier intento de sistematizar nuestra disciplina (y en este punto podemos hallar un paralelo con los lingüistas y su eterna lucha por regular y codificar algo esencialmente dinámico y cambiante).
Por todo esto, tal vez sea prudente preguntarnos un poco sobre nosotros mismos. ¿Cómo nos sentimos al enseñar algo sobre lo cual no tenemos la última verdad? ¿Puede la docencia del tango ser normativa sin ser contraria a la heterogénea esencia del tango-danza y de la improvisación original? ¿Cómo nos sentimos los aprendices al no poder agotar todas nuestras inquietudes, siendo que no existe el “Gran Libro del Tango»?
Nuestra oportunidad
Todo lo que venimos discutiendo es una condición inherente al tango, que tal vez pueda problematizarnos o preocuparnos, pero que también puede ofrecernos acercamientos más ricos (y más reales) al fenómeno del tango.
Nuestro amigo Immanuel Kant (1724-1804) escribe que (en el terreno de la ética) sólo el individuo autónomo es realmente libre. Siendo que somos autónomos cuando no dependemos de otro, la oportunidad de explorar y de crear por nosotros mismos nuestras propias verdades nos hace realmente libres y, sin duda, más auténticos con nosotros mismos.
Este modo de ser del tango puede marearnos, confundirnos, y perdernos, pero también nos brinda una oportunidad de comprometernos mucho más con su sustancia, de reordenarla, de sumergirnos en ella, y de alzar la mirada para ver más allá de lo inmediato y finalmente encontrar nuestra propia voz en el camino.
Nota: Este artículo fue escrito en su versión original por Daniela Peez Klein con colaboración de Juan Miguel Expósito.
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